sábado, 15 de mayo de 2021

El voto femenino en España.

 El voto femenino en España. 

Las primeras voces que pedían el sufragio femenino se dieron el siglo XIX, momento en el que la participación de la mujer en la vida social española era limitada, y  mucho más en el ámbito político. Sin embargo, gracias a los movimientos sociales de la época -incluido el de las sufragistas-, y a la creciente incorporación de las mujeres al mundo laboral, esta aspiración se fue abriendo camino.

Los argumentos para rechazar el voto de la mujer se centraban no solo en que las mujeres carecían de la capacidad necesaria para participar en la vida política, sino en el rol que se le daba a la mujer en la sociedad. La acción política y la vida pública quedaba reservada al hombre, mientras que el trabajo de la mujer se limitaba al  hogar y a la educación de sus hijos, considerándose incompatibles los deberes femeninos dentro de su casa con la esfera política.

Fue en 1877 cuando se propuso por primera vez en el Parlamento español que las mujeres votasen, pero solo las que estuviesen emancipadas, es decir que no estuviesen bajo la potestad de su padre o marido, limitándose, por tanto, a las viudas. Esta proposición inicial tenía la intención de fortalecer la familia, sin existir un interés concreto de empoderar a las mujeres o incrementar su presencia en la vida pública. Hay que tener en cuenta el contexto socio-político del momento, pues ni siquiera, el sufragio masculino universal estaba aprobado, sino que era censitario.

Entre 1907 y 1908, treinta años más tarde de ese primer debate, y a raíz de la fuerza que estaba tomando el movimiento sufragista, volvieron a surgir iniciativas en el Parlamento solicitando la introducción del voto de la mujer. El movimiento se expande y aparecen cada vez más voces, en la sociedad y en el Parlamento, a favor de la legalización del voto femenino, esta vez sí por considera justa la igualdad de derechos entre ambos sexos. No obstante, muchos parlamentarios consideraban que no era el momento social más adecuado para introducir el voto femenino.

No fue hasta 1931, con la República, cuando la cuestión cobró una relevancia indiscutible. Situación que coincide con una presencia cada vez mayor de mujeres en la vida pública. El Gobierno provisional, en un decreto de 8 de mayo de 1931, concedió el voto a todos los hombres mayores de veintitrés años y declaró que las mujeres y los curas podían ser elegidos para ser diputados. En las elecciones de junio de ese año fueron elegidas dos mujeres diputadas, Clara Campoamor (Partido Radical) y Victoria Kent (Izquierda Republicana): dos mujeres de un total de 465 diputados. A finales de aquel mismo año otra mujer Margarita Nelken (Partido Socialista) ingresó en las Cortes como diputada. De las tres, Clara Campoamor, abogada, fue la más asidua defensora de los derechos de la mujer, desempeñando un papel importante en el debate acerca del sufragio femenino.

Antes de su aprobación en la Constitución de 1931, el anteproyecto sólo había dado el voto a la mujer soltera y a la viuda, con el argumento de que el sufragio femenino podía ser una fuente de discordia doméstica. Sin embargo, la mayor parte de la oposición al voto femenino se basaba en el temor a la influencia que la Iglesia podía ejercer sobre las mujeres, lo que podría llevar a que sus votos fuesen a parar, en mayor parte, a la derecha, poniendo así en peligro la República. Por ello, los republicanos de izquierda, radicales y radicales-socialistas fueron los que más se opusieron.

El hecho de que Clara Campoamor defendiera el sufragismo femenino y de que Victoria Kent se opusiera provocó muchas burlas. En el debate del día 1 de octubre de 1931, Victoria Kent propuso que se aplazara la concesión del voto a la mujer; no era, decía, una cuestión de la capacidad de la mujer, sino de oportunidad para la República. El momento oportuno sería al cabo de algunos años, cuando las mujeres pudiesen apreciar los beneficios que les ofrecía la República. Clara Campoamor replicaba diciendo que la mujer había demostrado sentido de la responsabilidad social, que el índice de analfabetos era mayor en los hombres que en las mujeres y que sólo aquellos que creyesen que las mujeres no eran seres humanos podían negarles la igualdad de derechos con los hombres.

En ese debate, Guerra del Río aplaudió los sentimientos expresados por Clara Campoamor. Sin embargo, los radicales continuaron pensando que era prematura la inmediata concesión del voto a la mujer, y por tanto votarían en contra. Ovejero, en nombre de los socialistas, dijo que, aunque sabían que existía la posibilidad de perder escaños en las próximas elecciones, eso no tenía importancia comparado con la educación política de la mujer española.

 Finalmente, el artículo 34, que establecía la equiparación de derechos electorales para los ciudadanos de uno y otro sexo mayores de veintitrés años, fue aprobado por 161 votos a favor y 121 en contra. Votaron a favor: el Partido Socialista (con alguna excepción como la de Indalecio Prieto), la derecha y pequeños núcleos republicanos (catalanes, progresistas y Agrupación al servicio de la República); en contra, Acción Republicana, y los radical-socialistas y radical (con la excepción de Clara Campoamor y otros cuatro diputados).

Las primeras elecciones en las que participaron las mujeres fueron las de 1933, e inevitablemente se les echó la culpa de la victoria de la derecha. Sin embargo, era una conclusión superficial. Aun aceptando que una parte del electorado femenino hubiera podido influir en el resultado favorable a las derechas, si se sumaban todos los votos de izquierda emitidos en esas elecciones todavía superaban a los de los conservadores. Se trataba sobre todo de un problema de estrategia y unidad, como se encargaría de demostrar las elecciones de febrero de 1936 con el triunfo del Frente Popular.

En todo caso, las tesis sufragistas acababan de anotarse un triunfo en España. La concesión del voto, como la del divorcio, fueron logros de la mujer en el periodo republicano, pero logros tan efímeros como el propio régimen que los había posibilitado. La Guerra Civil y el nuevo Estado impuesto tras la victoria de las fuerzas franquistas el 1 de abril de 1939 acabarían con todo lo conseguido. Habría que esperar al cierre de ese largo paréntesis de 40 años, con la transición y la constitución de 1978, para que las mujeres recuperaran el punto de partida que significó la conquista del voto en 1931.

 Para ampliar:

https://www.elsaltodiario.com/historia/la-batalla-por-el-voto-femenino-en-la-ii-republica-espanola-una-mirada-mas-alla-del-relato-patriarcal

https://www.almendron.com/artehistoria/historia-de-espana/edad-contemporanea/el-voto-femenino-en-espana/la-mujer-en-la-republica-1931-1936/

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